Qué provoca la Exclusión Educativa de los Jóvenes españoles y cómo solucionarla

En este artículo, queremos analizar el informe de UNICEF España sobre los factores de exclusión educativa en nuestro país.

El estudio está estructurado en tres partes. En la primera, se define el concepto de exclusión, los mecanismos que la provocan y los perfiles afectados. La segunda da voz a los jóvenes que la han sufrido o la están sufriendo, chicos y chicas de entre 14 y 24 años, con testimonios que erizan la piel; que nosotros recordemos, corrígenos en caso contrario, no hay ningún informe que les dé protagonismo: se habla de ellos, pero sin ellos. Y en tercer lugar, una vez enunciados los factores, dan unas pautas para intervenir y neutralizar las causas de la exclusión.

Una de las apreciaciones que se desprende del texto es que estar escolarizado no implica, ni por asomo, tener derecho a una educación plena y con sentido, algo que va en sintonía con la Declaración de Derechos de la Infancia. Qué significa esto en concreto. Justo lo contrario de lo que concluye el informe. Cambiando exclusión por inclusión, nos queda lo siguiente:

Alude a la inclusión “del conocimiento, del aprendizaje, de experiencias educativas gratificantes y satisfactorias;” a la inclusión “de intereses, necesidades y capacidades; de marcos culturales específicos; de condiciones para aprender y oportunidades para crecer y desarrollarse de forma plena”.

Sin embargo, existen una serie de procesos de fragmentación, segmentación y desigualdad que impiden que se desarrollen tal y como deben en los tres espacios que les influyen: política educativa, centro y aula. Veamos cada uno.

La política educativa incide en que existe una igualdad de oportunidades e particulariza la exclusión en la persona que la sufre por no haber sido capaz de aprovecharlas. Es la política de la meritocracia y de la culpabilidad individual. Además, entraña falta de apoyo al profesorado, porque solo afecta a los docentes que se relacionan con estos chicos y no al conjunto de la comunidad. Asimismo, “las políticas que contribuyen a homogeneizar la composición del alumnado a través de su segregación y concentración en determinados centros pueden considerarse como mecanismos de producción de exclusión educativa”.


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Los centros escolares toman una serie de medidas disciplinarias tendentes a proteger a los alumnos “normales”, sin darse cuenta de que están excluyendo y dejando sin opciones a sus compañeros, y homogeneizando las clases, en vez de apostar por la diversidad. También el choque brutal entre la educación primaria, donde los niños tienen un vínculo especial con el profesor y se les presta mayor atención, a la secundaria, en la que poco menos que pasan a ser invisibles, es causa de exclusión y de aislamiento.

Respecto al último espacio, el aula, “es ese el espacio donde se imponen determinadas visiones, roles, exigencias y calificaciones que, con frecuencia, estigmatizan a quienes no se atienen al orden escolar establecido”. Junto con esto, aseguran en el informe que el “el estatus socioeconómico y cultural, la raza y/o la etnia y el género son claves en la configuración de las expectativas docentes” que sesgan los castigos y los hacen más estrictos cuando no son alumnos “normales”. Tampoco ayuda la ausencia de relaciones más cercanas con los estudiantes.

El informe añade cuatro factores de riesgo para que se dé la exclusión educativa en cada uno de dichos espacios: desigualdad económica o de redistribución; desigualdad cultural o de reconocimiento; desigualdad política o de representación; y desigualdad afectiva o de relación.

Los cuatro factores de riesgo de exclusión

Desigualdad económica…

Aunque se entiende bastante bien, demos algunas pinceladas, empezando por la desigualdad económica. Esta se refiere a la que existe “entre alumnos, familias y centros en relación a sus recursos, ya sea económicos, sociales o culturales”. Opera en los tres espacios o niveles pero, en especial, en la política educativa.

En lo que se respecta a la cultural o de reconocimiento, y como es fácilmente comprensible, “el estatus socio económico y cultural, el género y el origen y/o grupo étnico del alumnado son variables cruciales para entender las dinámicas de exclusión”. Volvemos de nuevo a la diferencia entre la homogeneidad que iguala en el peor de los sentidos y diversidad que enriquece.

El aspecto político o de representación alude a la falta de representación real y al mismo nivel de decisión de toda la comunidad educativa, centros, padres, profesores y alumnos. Mientras que la desigualdad afectiva o de relación, se refiere “a la falta de atención, acompañamiento, escucha y personalización de los procesos de enseñanza y aprendizaje”.

En la parte final del informe, relacionan entre sí los tres niveles o espacios de intervención con los cuatro factores que determinan la desigualdad del sistema español. Se trata de un modelo que busca, junto con exponer los problemas, indicar las soluciones apropiadas. Aquí tenéis esta parte del estudio que, creemos, es del máximo interés.

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